El pastor miró a Charlotte con una sonrisa llena de convicción y le dijo: «Tienes un don para orar por los enfermos y que sean sanos».
Sus palabras resonaron en el corazón de la niña. Su madre, Alexandra, y su padre, Mozart, la habían criado en un ambiente donde la espiritualidad y el amor por los demás eran fundamentales, pero escuchar aquella afirmación de un hombre de Dios le hizo comprender que su propósito iba más allá de lo que imaginaba.