Santo Domingo.- “Nuestra dominicanidad confluye en el colmado”, escribió el guitarrista, compositor y productor musical, Juan Francisco Ordoñez en su cuenta de Facebook, acompañando una imagen en la que compartía con amigos en uno de estos negocios, omnipresentes en los barrios de todo el país.
Desde hace muchos años, el mismo fluir social de los nacidos en esta isla le cambió la esencia a una tienda en la que, como su nombre indica, estaba colmado de todos los productos de necesidad básica, y pasó a ser un espacio de encuentro, alegría, tragos, bailes, juegos de dominó, ver el juego de pelota, o hasta karaoke, cambios que llevaron a llamarle colmadón.
Muchos son los que existieron y ya no están, mientras otros se mantienen en la ciudad de Santo Domingo, como La Venganza, en la Ciriaco Ramírez; las franquicias Dumé (con sus combinaciones como con Troncoso) y Dogout, en la avenida 27 de febrero y Dr. Fernando Defilló, esquina Rómulo Betancourt, el primero, y en las avenidas Simón Bolívar, Independencia, Tiradentes y Jacobo Majluta, la segunda, entre otros; El Bomba, en la Nicolás Silfa; Mi gente, avenida Los Próceres; Los muchachos, calle Arzobispo Nouel; La Beba, Rómulo Betancourt esquina Caonabo; The Picasso, Dr. Fernando Defilló; New Jersey, calle Fabio Fiallo; Zamil y Bodega Villar, ambos en la avenida José Ortega y Gasset; D´ Macho Súper fría, en la Concepción Bona; Bolívar, en la José Contreras, El Romódromo (Brisas del mar), en la Palo Hincado, entre muchos otros que han servido de esparcimiento. Quedan fuera de esta lista muchos más, que los lectores pueden ayudar a completar.
El paso de ser un simple negocio de expendio de la canasta básica a ser una especie de bar de la esquina, como se estila en España, se dio hace unos años y la clientela que solo compraba las bebidas alcohólicas para llevar, decidió en algún momento, quedarse a consumirlas en ese mismo sitio.
Claro, que no todos los colmados pueden ser colmadones, ya que para ello, estos últimos requieren ofrecer unos servicios y prestaciones que no tienen los primeros, como más espacio, espacio para parqueo, sillas, mesas y en algunos casos taburetes para las barras, que llegaron para facilitar el consumo de las bebidas.
Al principio, los dueños de discotecas y bares encontraron en la oferta tan cercana y sencilla como resulta ser la del colmado, que es además, mucho más barato, una competencia desleal. Pero a fuerza de innovación, creatividad y trabajo, se llegó a mejorar la oferta, convirtiéndose estos lugares en el ideal para que se encuentren en muchos de estos sitios, tertulia de vecinos mayores de los barrios en que se ubican, a la ves que resultan atractivos para visitantes de fuera del entorno.
Sería a finales de la década 80 e inicio de los 90 cuando este concepto se fue concretando, y aparecieron colmados que en sus letreros anunciaban que tenían “cervezas frías”, y algunos adoptaron nombres que iban en consonancia con la ingestión de alcohol, como uno que existió en el barrio Don Bosco y que tenía el simpático nombre de CBB.
Pero a la venta y consumo de alcohol in situ le siguió la música tropical alta, regularmente a un alto volumen, y el baile por lo cual el colmadón se convirtió en una suerte de bar, disco y colmado, en donde no es extraño encontrarse con personas de ambos sexos, que salen de trabajar en las tardes y hacen una parada técnica para “botar el golpe”, tomándose unas cervezas, antes de llegar a la casa.
Muchos de estos espacios tienen una amplia oferta, que incluye la preparación de picaderas, sándwiches, entre otros alimentos lo que hace de los colmadones negocios con variedad de servicios, lo que se traduce en una mayor afluencia de público.
Otro detalle importante es la ubicación de muchos de estos colmados, en arterias vehiculares importantes, cercanas a estadios, como el Quisqueya, y centros de estudio superior. “Los colmados cerca de universidades eran todo un éxito”, destaca Arialdy Jiménez, quien en el pasado fue asiduo a estos espacios de diversión.
Por Pachico Tejada