Santo Domingo.- Música, calidad y popularidad siempre han sido temas de debate entre el público de gustos variados, ya que muchas veces lo que se pega, no necesariamente es lo de mayor calidad. Y cuando algo que, según el gusto de una minoría, carece de esta “calidad”, se cuestiona la forma en la que llegó a posicionarse como número uno de las principales listas.
En los tiempos actuales, las formas de pegada de un tema musical han variado, añadiendo al juego las redes digitales, omnipresentes en cada aspecto de la vida de hoy.
Por ello, el cantante, compositor y productor Omar Quezada habló de lo costoso que puede ser pegar una canción en los tiempos actuales.
De manera clara y sencilla, Quezada explica los pasos que hay que dar para que un tema se posicione, ofreciendo estimaciones de costos de cada servicio digital como Spotify o Youtube, hasta lo que se ha de invertir en influencers y tik tokers para que comenten sobre la canción de manera favorable.
Es por ello que N Digital cuestionó a varios artistas y empresarios de la música dominicana sobre este momento que vive la industria de la grabación, sobre todo a partir de los comentarios de Quezada.
Para Porfirio Piña, presidente y director ejecutivo de La Oreja Media Group, empresa discográfica y distribuidora digital, el negocio sigue siendo el mismo, y que las redes sociales, son simplemente otro medio más donde los artistas tienen que promocionarse.
“Pero la parte de mercadear un artista, es mucho más difícil ahora”, explica Piña, porque, según cuenta, hoy hay que seguir mercadeando en los medios tradicionales, es decir, radio, prensa, televisión, medios especializados, que entiende siguen siendo muy importantes, y sumarle a los medios digitales, radio digital, tv digital, podcast, programas, los que él llama “pseudo influencers”, tik tokers, youtubers.
Tony Almont, voz y líder de la banda Toque Profundo, asegura que le han ofrecido servicios de influencers para que se invente estrategias para pegar sus temas, algo que no lo ve que sea muy beneficioso, ya que todos los artistas conocen de estos métodos. “Desde hace mucho, el contenido, la canción per sé, el producto artístico, ya no es lo importante, lo importante es como lo promueves”, sentencia el rockero.
Aunque no le interesa generalizar, el cantante y compositor de música alternativa, Riccie Oriach, siente que, en muchos espacios donde antes se defendía la música de calidad, ahora predomina más lo que “vende” o genera clics y likes. “Vivimos un momento en el que muchos medios de comunicación, plataformas y hasta algunos influencers, que antes eran referentes de criterio y curaduría, han cedido ante intereses comerciales”, comenta el intérprete de “La guayaba”.
En el caso de Pavel Núñez, este entiende que esa práctica es en géneros específicos, el estilo de música que hace se mueve más por el boca a boca, y no tiene mucha necesidad de utilizar gente externa que le ayude a promocionar sus canciones.
Roger Zayas, cantante de Juan Luis Guerra y 440, compara las formas de los artistas y las disqueras manejarse con la payola, en los que, la casa de disquera pagaba (o paga), para sonar en la radio, con lo que es hoy. “El negocio de la música, donde predominan las plataformas digitales por las que tienes que pagar, ya sea para entrar en los Playlists o promocionar tu trabajo a través de anuncios de Google Ads”, dice Zayas, quien a estos gastos, incluye “la gran inversión que el artista debe hacer en el producto inicial, que es grabar y producir su álbum”.
Hoy en día existen más de 170 servicios de música digital, aunque los más populares son Spotify, YouTube y Apple, son los que mandan en el gran negocio de la música en cuanto a promoción y es donde los seguidores de los distintos artistas los pueden escuchar.
“La mayoría de los artistas que estamos en las plataformas, pagamos por estar ahí. Simplemente por estar, y hay que pagar por un distribuidor digital”, sostiene Almont, mientras que Piña, revela que en la actualidad Spotify vale más que Universal Music. “Si no estás en esas plataformas es difícil, puedes vender cds, vinilos, pero a coleccionistas, uno hace mil copias, y no podemos vivir en el pasado, debemos vivir en el futuro, y el futuro es ese”, considera el empresario Piña, creador de las agrupaciones Proyecto Uno y Los Ilegales.
Con estas técnicas de promoción de la música actual, los temas que se pegan o que obtienen mayor visibilidad, no necesariamente son los mejores, sino el que más pueda pagar por la exposición. “Como ya no tiene que ver con la calidad, la calidad baja, y lo que surge o sale adelante, es, como dice Omar (Quezada), el dinero que le hayas metido”, explica Almont.
Pavel Núñez considera que en cuanto a lo que se piensa sobre Spotify hay opiniones encontradas. “Hay mucha gente que lo ve como un mal necesario, otros que lo ven como una gran plataforma, otros que entienden que Spotify ha abusado de los artistas y de los usuarios al mismo tiempo”, explica el cantautor, y que como todo negocio que es notorio, es controversial, ya que también se cuestionan sus métodos de reparto de regalías.
Esto no quiere decir que no haya talento siendo visibilizado, como considera Riccie Oriach, pero que la balanza se inclina más hacia un lado, por lo que muchas propuestas auténticas se quedan fuera simplemente porque no encajan en los esquemas de la industria musical actual. “Me parece que es un reto para quienes apostamos por la profundidad y la identidad en lo que hacemos, pero también una oportunidad para construir otras vías de conexión más directas y genuinas con el público”, valora Oriach.
Pero, al fin, todas estas plataformas y servicios digitales también han posibilitado llegar a más oídos, a más ojos, y para poder mercadear y hacer superestrellas. En eso Piña defiende esa posibilidad de un artista ser masivo, y pone como ejemplo a la promoción y el mercadeo que se le pone a Romeo Santos. “Todos quieren ser él, pero: ¿Están todos dispuestos a invertir dinero y tiempo como él lo hace? Ahí es que está el gran debate. ¿Todos están dispuestos a invertir dinero y tiempo, y tener las agallas como lo hizo El Alfa?”, concluye Piña.
Por Pachico Tejada