Antes de que las consolas de Atari llegaran a los hogares y las salas de arcade se convirtieran en el pasatiempo favorito de los adolescentes, un científico estadounidense cambió para siempre la forma en que entendemos el entretenimiento digital.
Fue en 1958, en pleno auge de la investigación nuclear, cuando William Higinbotham, físico y miembro del Proyecto Manhattan, decidió utilizar la ciencia con fines educativos. Su objetivo no era crear diversión, sino enseñar principios de la física de una manera interactiva. Así nació “Tennis for Two”, considerado hoy el primer videojuego de la historia.
La idea surgió mientras Higinbotham trabajaba en el Brookhaven National Laboratory, en Nueva York. Buscando hacer más atractivas las exposiciones científicas, diseñó junto a su colaborador Bob Dvorak un experimento donde los visitantes podían “jugar” con la física. El resultado fue un sencillo simulador de tenis mostrado en la pantalla de un osciloscopio, donde una luz representaba la pelota y se movía de acuerdo con las leyes de la gravedad y el impulso.
El juego fue un éxito inmediato: los asistentes hacían largas filas para probarlo y maravillarse con aquella tecnología que convertía la ciencia en entretenimiento. Sin embargo, tras la feria, el dispositivo fue desmontado y olvidado por años.
Higinbotham nunca patentó su creación ni imaginó que había abierto la puerta a una industria que hoy mueve más de 189 mil millones de dólares al año y que ha revolucionado la cultura global. Décadas después, “Tennis for Two” sería reconocido como el verdadero punto de partida de los videojuegos, anterior incluso a Computer Space (1971) y Pong (1972).
A 67 años de aquel experimento improvisado, resulta asombroso comparar aquella simple pelota luminosa con el nivel de realismo que ofrecen los videojuegos actuales. Hoy los títulos utilizan motores gráficos tan avanzados que los escenarios y personajes parecen sacados de la vida real. Basta ver los avances técnicos de juegos como Grand Theft Auto VI, cuya llegada es esperada con gran expectativa por millones de jugadores alrededor del mundo, para comprender hasta dónde ha llegado la evolución del entretenimiento digital.
Lo que comenzó como una demostración científica se transformó en una forma de arte y de conexión global, recordándonos que la curiosidad humana sigue siendo el motor que impulsa la innovación.


